La belleza insuperable de Río de Janeiro la llamo una “fortuna natural”, un devenir de montaña y mar en balance perfecto. A los que fundaron la ciudad hace 450 años o los que hoy la habitan, los entiendo perfectamente; cualquiera que presencie un lugar así, por primera vez, querría llamarlo hogar para siempre.
Es un hecho que los urbanistas más geniales tuvieron que llevar su creatividad y talento hasta el ápice de sus posibilidades, para construir una extraordinaria metrópoli a pesar de la compleja topografía local. Aquí la buena calidad de vida, el desarrollo económico y la cultura fusión carioca-europea, han sabido adaptarse a la vegetación atlántica, cerros rocosos y a las playas de ensueño, para crear una mezcla mágica de sensaciones eternas. Río es por eso, la Cidade Maravilhosa.
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