6.45 am. Estacionamos la camioneta en una de las calles aledañas a la línea de salida sobre el boulevard costero.
Además de los corredores convencionales, como yo y mi madre, había también una serie de pintorescos personajes: un luchador panzón, que usaba solo una máscara y un calzón rojos, un Hulk verdísimo que corre por fines benéficos, varios súper héroes de diversos universos alternos, un indígena con piel de venado en los hombros, cascabeles en los tobillos, y guaraches, en lugar de tenis; y mi favorito, un Darth Vader que empujaba en una carriola a sus dos hijos, coincidentemente, una niña y un niño (Leia y Luke Skywalker, supuse, supongo).
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