Colaboración de mi proyecto Skinasfolk para Doncel.
El día en que nos conocimos te invité a mi casa ¿te acuerdas? Subimos esos tres pisos interminables hasta la entrada del departamento. Con la respiración aún agitada, te sentaste en el sillón, ese lleno de manchas indelebles de relaciones pasadas, y te ofrecí un café, recién hecho, del que me trae mi madre de Veracruz cuando viene de visita. Platicamos un rato, nos reímos, te conté la historia de mi cicatriz, y tú la tuya. Fuimos a mi recámara, acompañados por el crujir de la madera bajo nuestros pasos. Nos abrazamos, una, dos, tres veces, hasta perder la cuenta. Nunca nos besamos, nunca en la boca, y solo nos acostamos uno junto del otro a seguir con la conversación. Éramos como esos novios de antaño, como los que descubren el amor por primera vez, y se aman con demasiada cortesía. ¿En qué piensas? me dijiste (siempre he odiado esa pregunta tan vaga, el pretexto perfecto para romper un silencio incómodo) Pero viniendo de ti tenía algo de absoluta ternura. “Pienso (y sufro)” te respondí. En cómo le voy a explicar a estos mis brazos necios la ausencia cuando te vayas.
Para leer el artículo completo visita: doncel.com.mx
Ayyyyy pero qué romántico ❤
jajaja para que veas que también tengo mi corazoncito jajaja